El ningunismo como nueva forma de pensamiento, o el despertar de la adormecida clase media inmersa en la plasticidad y falta de comprensión de la realidad. (texto extraido, Critica de la Argentina)Uno se llamaba Rodrigo Sierra pero le decían Roy Khalidbahn y era el creador de un singular movimiento de pensamiento llamado ningunismo. Otro se llamaba Alberto Cardazzo. Le decían Bob Ramburzin y había encontrado en la exploración urbana un modo propio de rebeldía contra la vida cotidiana, que era el objeto principal de la tesis ningunista.
Junto a sus amigos Joaquín Prieto y Sebastián García habían decidido internarse bajo el cemento de Belgrano R, caminar por adentro del entubamiento por el que corre el arroyo Vega, relevar vegetaciones extravagantes y reencontrarse con un pez dorado –al que habían visto tiempo atrás– para darle de comer. Desoyeron las alertas meteorológicas, omitieron las nubes del cielo, bajaron a la alcantarilla y –hace dos años exactamente– se los llevó el agua.
Hay sobrevivientes, que no formaron parte de la exploración. Recuerdan a Roy y a sus amigos como chicos “sanos”, “positivos”, que buscaban a través de sus acciones recuperar la autonomía, la capacidad de asombro, rebelarse contra la rutina y escapar de la apatía, del consumismo y de los moldes sociales. Es cierto: les cuesta explicar cómo seres tan meticulosos se internaron bajo la superficie mientras se gestaba la tormenta.
En todo caso, parece un mensaje paradójico el hecho de que la curiosidad arrasada por los previsibles efectos del temporal fuera además la expresión de un pensamiento que proponía –sin atentar ni modificar el sistema económico y social– formas de salvación de la civilización a través de pequeños actos individuales de insurrección urbana. Una combinación que se nutría –entre otras lecturas– de principios de neurolingüística y del libro la Sociedad del espectáculo del filósofo francés Guy Debord, o La revolución de la vida cotidiana, de Raoul Vaneigem, matizados con el origen cristiano de Roy y con las condiciones fragmentarias de recepción de cualquier mensaje entre los jóvenes.
Se dio cuenta de que todos los compañeros de su edad sufrían de apatía, de abandono, que se estaban destruyendo, que no tenían ningún tipo de convicción ni fortaleza ni esperanzas. Yo le decía que eran modas, pero él me contestaba “No mamá, no mamá, aquí hay una conspiración mundial para destruir a la juventud”.
Mónica habla rodeada por Diego, Ezequiel, Vani y Dan, cuatro jóvenes ningunistas, en la planta alta de un conocido bar de Belgrano R. Tanto ella como sus acompañantes accedieron finalmente a atender a un periodista, luego de una serie de mails en los que se mostraron desconfiados, reacios.
No se trata de un dato anecdótico. Roy creía que los jóvenes de la Generación X eran las principales víctimas de una alucinación que promueve el encasillamiento y el prejuicio social según segmentaciones y arquetipos de mercado. De esta manera, según decodificaba, el individuo queda anulado, pierde su dimensión singular y uniforma sus gustos de manera disciplinada, según patrones de consumo.
En su invitación para la Generación X escribía esto: “Recuperar nuestra interpretación autárquica de la realidad social implica evadir la norma, dejando de lado la fotocopiadora mental que nos induce el deseo de ser como todos, mientras nuestra individualidad es moldeada en una masa que los medios mastican, los logotipos escupen, las modas someten y los vicios finalmente matan”.